Bien,
ese viajecito suyo no quedaría registrado en los anales de sus favoritos, Érida
bajó del Airbus mareada y lo suficientemente feliz de pisar tierra firme, que
pasó olímpicamente de las risas de algunos otros viajeros que sí que parecían
acostumbrados a la locura que era aquello.
--¿Tú
primer viaje a la periferia guapa?
Un
joven que seguramente no podía ser mucho mayor que ella se le había acercado,
este se había pasado todo el viaje mirándola de reojo y controlándola, por lo
que a su vez ella misma lo había controlado a él.
Se
había quedado con su cabello corto y algo ondulado de color rubio platino, con
sus ojos verdes de infarto y con su media sonrisa de pícaro consumado. Contaba
con una constitución fuerte que lo hacía aparentar más edad de la que le
revelaban sus acciones.
--Y
el último.
Señaló
Érida sin un atisbo a duda, este rompió a reír escandalosamente, llamando la
atención de varios transeúntes que no escatimaron una mirada curiosa en su
dirección:
--Eso
dices, pero una vez entras aquí, sus encantos suelen seducir a más de uno.
La
sonrisa que le dedicó le hizo comprender enseguida que él, era parte de esos
encantos, o se creía entre ellos, rodó los ojos fastidiada, ya sabía tratar con
tipos como este, Grey sin ir más lejos, se creía irresistible, y seguramente
entraría en ese canon, ojos azules y pelo rubio, fuerte y decidido, pero su
forma de ser lo perdía, sobre todo porque no escatimaba a la hora de herir.
--Seguro
que sí, si me perdonas estoy buscando a alguien.
Este
vaciló un poco su sonrisa y se tensó un poco:
--¿A
alguien?, ¿quizás a tu novio?
Érida
sonrió, sí, sería mucho más fácil decir algo así, tenía que describirlo y
difícilmente podría decir que era su hermano: