Hola a todos, disculpad la demora, hemos tenido algunos problemillas y nos ha sido imposible subir, antes la continuación, al menos esperemos que la espera os merezca la pena, disfrutad de la lectura:
El desierto Camtábrico: (1º Parte)
Siguió
un largo e incómodo silencio. El abuelo y Juan habían estado observando todo y
habían llegado a la conclusión de que, por suerte para ellos, estos bravucones
no suponían ninguna amenaza real. Después de todo, tenían los mismos enemigos.
Y el enemigo de mi enemigo, es mi amigo. Por otro lado y porque el diablo sabe
más por viejo que por diablo, el abuelo intervino, dando unos pasos adelante y
poniéndose delante de todos y cada uno de los muchachos y un Juan que lo observaba
con cierta curiosidad:
--Chicos
– comenzó el abuelo. --parecéis peligrosos pero también autosuficientes.
¿Toleráis los abusos del Gobierno?
Nólan
y los muchachos de aquel grupo que parecía ser algún tipo de “Resistencia”, que
vivían fuera de los límites y por sus medios –aunque fueran poco ortodoxos, al
fin y al cabo, los chicos tenían que sobrevivir la locura de estos tiempos- no
se hicieron esperar en su apasionada respuesta. Como si respondieran a un
líder, a un gran orador, todos gritaron:
--¡¡¡NO!!
El
abuelo sonrió satisfecho. Hasta la problemática nueva chica que había aparecido
en escena parecía ahora prestarle atención, y mirarlo con cierta simpatía. El
abuelo reunió a todos en un círculo y propuso un trato bueno para todos:
gozarían de la protección de la Resistencia y de su amistad a cambio de
otorgarles ayuda con las habilidades de su nieta Mar. Nólan miró a Jake de
reojo:
--Creo
que te olvidas de alguien más con “habilidades” viejo –dijo señalándolo y a
continuación mirando a Érida – sí, me refiero a la parejita feliz.
El
abuelo asintió con la cabeza. Lobo Gris también se quedaría y en cuanto a la
desconocida, era algo que no entraba dentro de su poder de decisión. Juan no
tardó en secundar al abuelo y hacer planes. Progresivamente un sentimiento de
camaradería creció entre tan variopinto grupo, que se acentuó aún más, si cabe,
cuando unas sirenas de las Fuerzas de Seguridad se comenzaron a oír,
acercándose peligrosamente.
El
auto de Juan se puso en marcha de inmediato. Pero allí no había sitio para
todos. Pronto los ocupantes originales ocuparon sus puestos y Nólan subió a
última hora con una Érida agarrada de la mano que no paraba de protestar. El
auto se alejó volando en dirección al desierto Cantábrico.
Poco
tardaron en perder el sonido de aquellas distantes sirenas. Érida protestaba
sintiéndose “raptada” mientras que Nólan la desoía echando un ojo de cuando en
cuando a una Mar que volvía a pegarse a Jake escapando de la mirada de aquél
descarado amigo que comenzaba a encontrar más atractivo por momentos. Nólan
acabó molestándose:
--Mar,
no voy a comerte. Bastante tengo con aguantar cargar con ésta.--dijo señalando
a Érida, la cual le devolvió una colleja.
--Ouch
– protestó.
--Por
bocazas –refunfuñó Érida.
--Pues
deberías defenderme ¿no ves que mi futura novia te está quitando a tu “novio”?
–dijo refiriéndose a una Mar bastante pegada a Jake.
Ahí
hubo un momento de incomodidad general… Para todos menos para Nólan. Pareciera
que había tocado una fibra sensible y se había dado cuenta así que comenzó a
reír como un loco. El abuelo y Juan se miraron, y como dándose a entender con
la mirada que los niños que llevaban ahí atrás no les iban a dejar aburrirse,
continuaron adentrándose en el desierto olvidando momentáneamente el estrés y
las persecuciones, el peligro que corrían y que… se les había olvidado el agua.
*
* *
Miranda
estaba furiosa. ¿Dónde se habría metido aquella mocosa insolente? Caminaba
dando grandes zancadas por las calles de Londres, seguida de los otros chicos.
Pero no volvieron al hotel. Miranda había decidido que volvería. No quería
hacer esperar a Jhos. No merecía la pena, el día para ella había sido duro pues
no había cosa que la enervara tanto como no salirse con la suya. La suerte de
la chica perdida, Érida, le importaba un rábano. Sólo le molestaba que no
hubiera vuelto al punto de encuentro acordado como un buen perro. En su
interior, pensó en castigarla cuando Grey interrumpió su reflexión:
--Miranda…quiero
decir, disculpe, mi Señora… ¿Y si Érida ha encontrado a Jake?
Miranda
lo miró y Grey pudo ver como la sonrisa volvía al rostro de la mujer. Una
sonrisa nada agradable, podría decirse que perversa.
--En
ese caso, la tontita nos va a traer la presa directa a la boquita del lobo que
lo espera…¡¡¡JA JA JA!!!
La
fría carcajada de Miranda llamó la atención de unos despistados transeúntes que
la miraron preguntándose qué le pasaría a esa mujer. Desde un punto de vista
externo, una risotada seca y fea como aquella no parecía combinar con una mujer
tan bella.
Los
transeúntes siguieron su camino y la ciudad se sumió un día más en su
indiferente rutina de la oscuridad y de la noche.
*
* *
Nuestros
seis apretados héroes continuaban avanzando por el desierto en el auto de Juan,
que había sido sustituido al volante por el abuelo. Ahora Juan dormía en el
asiento del copiloto mientras el abuelo leía los mapas satelitales en la
pantalla digital, sorprendiéndose de la falta de cartografía de los satélites
para cualquier lugar que no fueran las ciudades.
--Les
conviene que nos perdamos. Que la gente no sepa manejarse fuera de las malditas
ciudades donde ejercen su soberanía. Primero el control total de los cultivos,
después el monopolio sobre la escasa agua potable ¿qué más? – protestó.
Los
chicos oían al abuelo y asentían interiormente. Nólan estaba desarrollando una
especial simpatía por el viejo. Edad aparte, eso era lo que él y todos los
integrantes de la resistencia habían concluido hacía ya bastante tiempo, y el
motivo por el cual se habían organizado para vivir luchando contra ese abuso de
poder gubernamental, aunque de momento la resistencia que ejercían se limitaba
a vivir apartados de la organización social imperante y a tratar de sobrevivir
por sus propios medios. Y a veces, esos medios tenían que ser “tomar prestado”
lo necesario para vivir y manejarse. Para educar a otros similares en la
resistencia, en la rebelión, en la no aceptación de las injusticias. Y ese
mundo en que vivían era tristemente una gran injusticia para todos, excepto
pequeñas élites que vivían en sus paraísos de cristal, casas protegidas con
todas las comodidades y una barrera que los separaba del exterior y de la
realidad.
Por
el camino, Nólan había detallado lo que había aprendido afuera. Y había logrado
ganarse, al menos, la aceptación incipiente de Jake, que lo rechazaba por un
motivo que, como descubrió, no era real. Como siempre, las historias contadas o
las apariencias engañaban.
Decían
muchas cosas. Decían que los modificados eran malos. Mentira.
Ahí
estaban Nólan, Érida, Mar y él. Cuatro juntos ni más ni menos. Y todos eran
chicos “normales”. Bueno, aparte de estar aplastados en el asiento de atrás no
parecía haber ningún otro problema.
Nólan
les había contado que los muchachos de la resistencia tenían otro emplazamiento
cerca de la ciudad del desierto Cantábrico. Habían podido asentarse allí sin
ser descubiertos gracias a que el lugar tenía una barrera de invisibilidad. Si
llegaran allí, no habría problema. Fue ese el momento en que empezaron a sumar
dos más dos…
--¿A
cuanta distancia está ese lugar de aquí muchacho?
--Dos
días – contestó Nólan al abuelo.
Juan
estaba roncando.
--¿Soy
la única que se siente sedienta? –preguntó Mar.
Todos
pensaron que Mar tenía razón. No habían parado de viajar sin probar bocado o
beber nada. Érida se acordó de la bebida que le habían regalado con su viaje y
la sacó de su mochila. Nólan se la arrebató de las manos:
--¿No
piensas compartir, egoísta?
--NO-
dijo Érida: --Devuélvemela.
--Ni
hablar.
Jake
intercedió:
--No
estás en posición de decidir. Repartamos su contenido entre todos. Será muy
poco a lo que toquemos cada uno, y el abuelo necesita descansar.
--Sí
Lobo Gris, este viejo cuerpo me está pasando factura. Me detendré aquí y
descansaremos hasta mañana.
Todos
entendieron. Ellos estaban llenos de energía pero no habían pensado en el
abuelo.
Éste
detuvo el auto en un lugar que, a esas horas de la noche parecía inhóspito y
desolado, y dio las buenas noches a los muchachos. El trago lo reanimó, y
compartir aquella pequeña bebida, unía más al grupo. El cansancio hizo que uno
tras otro, fueran cerrando los ojos y entregándose en los brazos de Morfeo.
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